jueves, 25 de agosto de 2016

Rogelio Ramos Signes: Poemas




Rogelio Ramos Signes























DONDE PASADO Y PRESENTE SIGUEN SIENDO UNA CUESTIÓN DE TIEMPO

Como si mirara hacia un punto inquietante
agobiada del presente que la oprime
bruñe por simple inercia las antiguas cucardas.

Habla del viejo colegio.
Habla del padre muerto en juventud.
Habla de unas amigas siempre prontas para el festejo.

Yo sé que a esta altura del poema ella siente frío
y es niña todavía para tanto ajetreo.


ZANJAS AL RIEGO

Sucedió en este pueblo
que historias que venían de lejos
un día se tocaron / y sus autores
(ella y yo para ser más exactos)
fuimos felices en la lejanía
mientras nos hacíamos promesas,
pero nos poníamos tristes al encontrarnos
y luego de los menesteres de la cercanía
con caricias, o no / horizontales, o no.
Y culpamos por esas privaciones
a los designios de un oráculo gitano
que estaba en nuestra contra,
y tejimos una historia de enredos
donde dos más dos nunca daba cuatro,
y las coordenadas se juntaban
en medio del desierto o en el fondo del mar,
que es más o menos lo mismo.
Tal vez la historia fue complicándose
o fuimos nosotros quienes no supimos
abrirle zanjas a tanta agua de riego.
Por eso, al correr de los días
sólo quedó el desconcierto
en esta jungla de únicamente lluvia.
Así fue desapareciendo la alegría
(por supuesto)
y ya se sabe que en este juego de las lágrimas
quien llora primero llora dos veces.


COMO UNA SILLA DE MÁRMOL

Y me dio un reloj que no andaba
y el reloj marcaba un tiempo
de otros tiempos, cuando las mujeres
saludaban entornando los ojos
y yo dije (en tono solemne,
estúpido como siempre)
“Un reloj detenido puede ser
un buen pisapapeles.”
En esta parte de la historia me despierto
mientras la lluvia le impone silencio a los tejados.
¡Perdón, mujer desconocida,
sé que nunca más aparecerás en mis sueños!
Pero vuelvo a dormirme,
solo y triste, como una silla de mármol
en un baile de egresados,
sin saber si el tiempo de las colaciones
sucede en una cama.
Mujer del detenido reloj
que no volviste a aparecer en sueño alguno,
perdóname.
Como van las cosas
lágrima serás, gota de esperma ocasional.
Serás, no sé, no sé,
algún océano.


QUITÁNDONOS LA MÁSCARA

Yo soy el que atiende el bar en tus sueños,
el que te abre la puerta del baño de damas
y te espera en la puerta del baño de caballeros.
Yo soy la célula vegetal que te convierte en carnívora,
el ciclamato de sodio que endulza tu café y amarga el mío,
el que saluda desde la pista cuando parte tu avión y te vas con otro.
Yo soy el que sube las escaleras cuando bajan las aguas,
el que dispone sobre la mesa los cubiertos de tu cena,
el que a fuerza de no ser invitado duerme solo cada noche.
Yo soy el aprendiz de brujo que decide y escribe tus horóscopos.


DUE CORPI
                                                         a Juan Bautista Gatti, in memoriam


Dicen que en el Museo Nacional de Nápoles
hay gallos que riñen eternamente
desde pequeños mosaicos esmaltados
que recuerdan otras glorias.
Es una vieja disputa de las aves
que anidaban en Pompeya;
un fracaso de la cancillería que sesiona en los corrales.
En Lastenia (Tucumán)
entre la ceniza despiadada de la malhoja que vuela
otros gallos deciden por sí mismos
algún retazo de poder,
ciertos honores.
Picos que horadan.
Bisturíes.
Espolones que rajan. Tus gallos
(como aquellos sobrevivientes alados del Vesubio),
cuando el dinero de la apuesta de los hombres
ya no cuenta,
libran otra batalla que también es eterna.


MINIATURA DE IMPULSO VITAL

Escapándole al centinela que descubre tu camino
antes de que lo intentes,
porfiada en tu mar de necesidades
que es sólo una que se repite como un paisaje infinito,
vas y vienes de mí y hacia mí, renovando la carga.
En tu cuaderno de visitas multiplicas la biblioteca ideal,
aquella que sucede en la mente
sin olvidar el paraguas por si llueve, pero no llueve.
Es hora de marcar tus debilidades.
Es decir:
es hora de hablar de mí en este texto.
Desoladamente solo, extrañándote a chorros,
me pregunto por qué la vida ha llegado a ser como es,
por qué avanzo al tacto, desnudándote con torpeza,
como un cieguito en la bruma de un bolero.
Los dioses de la desolación, indolentes, aburridos,
cansados de inventarle escollos al amor (que es una grieta),
están tranquilos esta tarde.
Saben que podremos beber el agua de cualquier espejismo
sin descanso, hasta morir de sed.


VIAJE A IRSE
a mi amigo Jorge Leonidas Escudero


Va.
Como quien viene, va
a gestionar salud para sus huesos
en los pechos siempre turgentes
de una mujer difunta.
Va.
Como quien viene, viene
al café puntual con el amigo
que ya no estará presente
salvo en el trayecto de los recuerdos.
Insiste en un poema de palabra escondida
como quien porfía en el metal de las piedras.
Alucina oro, cabalgadura, tamiz,
apuesta a un número de posibilidades harto esquivas.
Son los ríos de Manrique (una vez más)
“que van a dar en la mar
que es el morir.”


UN LIBRO DE POESÍA

Abriste el libro, no para leerlo
sino para acercarlo a tu nariz.
En una de esas páginas
las palabras decían que mi madre cocinaba,
que dosificaba el azafrán
en el arroz de los domingos.
Nunca pude saber
si mi poesía te decía algo,
hasta ese día en que acercaste el libro a tu nariz
y dijiste “azafrán”.


LA SEÑORA DE LAMAGLIA


Mientras se aburre en un asado, la señora de Lamaglia
piensa que en las playas de Punta del Este
va a recuperar el antiguo brillo de la familia.
La señora de Lamaglia se pinta los ojos
como sólo puede pintárselos una señora
casada con un aspirante a macho argentino en el año 68.
Fuma en una exposición (cuando todavía se puede fumar
en espacios cerrados y delante de otra gente),
nada en un lago salpicado de camalotes,
ora en el nombre del Padre y del Hijo,
lee la revista “Nocturno”.
Cuando sale a la calle, el día llueve.
Llueve y hay sol pero no hay arco iris,
sólo plantas tropicales en un mundo que no es el trópico.
Una anciana zurce un mantel
junto a un cenicero de vidrio ganado en una quermés
y repite una historia de perdido abolengo.
La casa está igual que siempre, los muebles, los cuadros,
el espejo que repite el jardín en sentido contrario,
la jaula sin pájaros, la estación de trenes sin trenes.
A una hora que no alcanzo a interpretar en los relojes
la señora de Lamaglia prepara su valija para escaparse
con alguien que no es Lamaglia, y tampoco yo.
La señora de Lamaglia es Julia von Grolman
y yo me iría con ella, sin pensarlo dos veces,
antes de que termine la película.




ROGELIO RAMOS SIGNES: Nació en La Rioja en 1949, pasó su infancia en San Juan, su adolescencia en Rosario, y reside en Tucumán desde 1972.
Publicó un libro de cuentos: “Las escamas del señor Crisolaras” (1983); tres libros de ensayos: “Polvo de ladrillos” (1995), “El ombligo de piedra” (2000) y “Un erizo en el andamio” (2006); tres libros de poesía: “Soledad del mono en compañía” (1994), “La casa de té” (2009) y “El décimo verso” (2011); un libro de microrrelatos: “Todo dicho que camina” (2009); y cinco novelas: “Diario del tiempo en la nieve” (1985), “En los límites del aire, de Heraldo Cuevas” (1986) Premio “Más Allá” a la mejor novela argentina de ciencia ficción publicada en el bienio 85-86, “En busca de los vestuarios” (2005) Premio ALIJA a la mejor novela ilustrada para jóvenes, “Por amor a Bulgaria” (2009) Primer Premio de Novela Luis de Tejeda 2008, y “La sobrina de Úrsula” (2015).