miércoles, 26 de agosto de 2015

Juan Carlos Miranda Ponce: Diez poemas de Helio




Juan Carlos Miranda Ponce









  


 Si para extrañas visiones naciste,
                                                                                                           vete a mirar lo invisible
                       John Donne


Estrella Polar

Madre de los aguaceros
Sombras femeninas esperan la luz del día
Las olas del atardecer decrecen en su reflejo
La ciudad está destruida
Los ciclos de la rosa señalan la ruta
                                                                    de cincel en la conquista de los polos inexplorados
El navegante dibuja el fin del mundo/

                                                                                                                       Viaje y enigma

Mar en estanque sagrado  desnudo me entrego a tu abrazo  sucesión y olvido
región de alada mirada  Helena Blavatsky vidente  escribe la alegoría del viento
Su rostro que asombra y delata  réquiem sin máscara
canta las coordenadas secretas de la aurora 
Sonríe

Déjà vu
                                                                                                                                  
Mi  viaje no era territorial  debía convertirse en un viaje psíquico  fundirme en la luz del primer recuerdo  secretero  el momento cuando por vez primera  miré el mar  sumerjo mis vértebras en la arena caliente  ascenderá lenta la marea  fuente de deseos  abadía de tempestad
Abrazo y distancia  las horas sobran  misterio cifrado del desierto/

                                                                                                           Amianto

      Madera evanescente  frágil merluza cuando la comedia inaugura el doble viaje de ascender al mar desconocido  Andrómeda   profanada constelación… domesticaste al animal en su guarida  la carta del marinero  llueve  sobre el arco de tu rostro en la bóveda de amianto/

Sobre la resonancia de una segunda versión

Sostuve en el estertor del sonido, la frecuencia y el estruendo.
Una danza que mira la nieve, hierve la sangre, una escalera inversa bajo el agua, la puerta abierta al tímpano sordo que hunde su esmaltada resonancia, sin palabras, la imagen ineludible de fuerzas y entrañas marchita las cuerdas del vientre solar en su rostro cambiante.
Diagrama del verbo sin carne, silencio de silicio en la tinta hurgada
Los colores en las palabras me anuncian el fin
Lo imperceptible

Escribir.

Vibrátil

                        a Jacko Pastorius

Cuando la gravedad de la frecuencia sin sonido/ viaje en tus dedos/ la partitura de las ilusiones combustione el frío frenético en tu fiebre de licores y noches sin fin/ dibujarás sobre el viento la humedad salada/ el anhelo de cariciar los vestidos de la abuela/ el rocío en la seda de sus plantas/ su palabra en brizna de xilófono y canto/ el vuelo de teclas sobre tu mundo ardido/ casi desapareciendo en el lugar más aislado de los témpanos de hielo y sangre.

Estaré en tu frente como un pequeño arpón encendido/ soplando las llamas que danzan y retuercen el reflejo de un espejismo retráctil/ acústico.

Cuidaré de ti/ aguardarás que el día te domestique con sus ansias/ no habrá preguntas insomnes sobre el silencio/ acordes de la lluvia planeando el dédalo de tu cielo/ no gritarás tu nombre sin nombre.

Levantaré tu costado para que la música se impregne en cuerpo y estallido/ sinfonía dando oxígeno y músculos a un pulso amenazado por una enfermedad sin rostro.

Cuando la gravedad de los signos de forma y policromía a tus dedos/ lograrás conversar con la piel del árbol/ sanará los huesos rotos/ nuevamente tu ojo de cíclope cantará la lágrima encendida.

Las olas

                                                  Poética en danza aerodinámica
                                                  a Virginia W.
  

 Tres escenas fragmentadas

   1. El Faro
   2. Naufragio Escarlata
   3. Iridiscente
 
El faro

Un arco de fuego ardía en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar lanzaba llamas doradas…

Desde la arena, el cuerpo de Rhoda, gime y contorsiona lenta su acústica oquedad. Descansa. Escucha los veleros de otras islas. La música es el paradigma del océano en penumbras.

Toda su piel está imantada al solar, repta, gesticula, arrastra cabeza, piernas, manos. Sufre de ceguera, busca el faro de la incertidumbre en una danza equívoca de provocada intemperie.

El destiempo emerge en el espiral cósmico del caracol. Abre y cierra los ojos. Buscará la salida a otro oleaje de espinadas efervescencias, flota su cuerpo al borde de la playa, donde está el faro de la otra danza?

Naufragio Escarlata

El choque de las olas al romper llegaba a sordos golpes, como maderos al caer sobre la playa…

El cuerpo de Bernard, emerge desde la profundidad del silencioso grito, salta para tocar el astro herido del túnel zigzagueante. Todo es vértigo y velocidad sincronizada, sus brazos, hélices de otra maquinaria, donde la danza provoca una extraña máscara sin gesto.

Diagonales dentro de un cuadrante onírico, la marea violenta es el cuerpo, la sal de la partitura combustiona los enjambres de saltos y caídas repitiéndose una y otra vez, como fotogramas ilustrando el fin de los días

El cuerpo del naufragio es el pájaro escarlata que no cesa de anhelar el arrecife de la música.

Iridiscente
                                                          
               Rodeado de un círculo dorado, el espejo mantenía la escena inmóvil, como si en su ojo fuera eterna…

La máquina de escribir es un cuerpo destruido por el cuerpo lumínico de Neville, las páginas recrean el autorretrato de la luz equidistante. El mar perfora la sombra de las letras, detrás del escenario sin dimensiones habita una mujer giganta como la ola de la danza invernal.

Ecos diluidos en el vacío de la música. Fosforescente líquido el aguaje profundo de la osamenta que baila en el destierro de luz y sombra, qué es el mar. Quién es el naufragio. Cómo se puede bailar bajo el agua oscura del desierto.

Tridente lastima la superficie dorada de la ola. Soy la ola que inunda la esfera.
Te espero desde el humo de tu cigarro enloquecido.

Breve historia del silencio

   
    a E.G.
desde la infancia                                                    

La boca estaba más roja que nunca; sobre sus labios había gotas de sangre fresca que caían
                                                                                                       Bram Stoker



Escribir sobre Entre la miel y la sangre, es abstraerse en un viaje donde la substancia onírica de las letras transmuta en un cuerpo dilatado por la luz, la invención de la ciudad, y su otro costado: la soledad, la ausencia, los recuerdos y sobre todo el silencio como forma integral del lenguaje. Cerrar los ojos y percibir como se dibujan los signos sobre el papel, determina la creación de un nuevo territorio en expansión, meridianos que cruzan la descompresión de las palabras rotas, que se transforman, imantadas a los pasos de un tiempo que nos permite habitar este gran escenario de la poesía y su misterio.

Aquí, los poemas se mueven como ángeles decapitados en búsqueda del retorno al paraíso, dejar sus huellas en la Ciénega de un laberinto que es bruma y materia, colores grises que renacen de la mente del poeta y su conjurada esencia…nocturnidad. Si de la dualidad aceptamos la condición de reunir dos caracteres distintos en un mismo objeto, logramos reconocer que en Entre la miel y la sangre se encuentran juntas dos polaridades líquidas y al mismo tiempo igníferas. Sostener un diálogo con el presente pentagrama de imágenes y entramados sensoriales, nos brinda la sensación de desahogo. En la tierra del miedo sobrevivo, supervive el deseo por descifrar una escritura contenida en la ceniza silencio del recuerdo, como una caída sin vértigo el pulso de los poemas van entre encrucijadas y malabares para el lector de mirada aguzada e intemporal.

El faro por donde nos conduce en el río de la poesía, no cesa de alumbrar el mundo que diseñamos como un nuevo cartograma, un nuevo aliento para continuar y decir en mis manos tiembla la palabra…el telón sigue cayendo en el néctar del silencio.

Juan Carlos Miranda Ponce (Quito, Ecuador, 1975) Escritor, Artista escénico & Gastronómico.
J. Malatesta, EM, Enrique Hernández  D'Jesús, Juan Carlos Miranda Ponce, Caracas, 2015.
Estudió Ciencias del Lenguaje y Literatura en la Universidad Central del Ecuador. Dramaturgia en el Teatro Experimental de Cali-Colombia con Enrique Buenaventura. Danza contemporánea en la  Compañía Nacional de Danza. Poéticas de la Gastronomía con el maestro Terry Araujo. Participó con sus obras performáticas en espectáculos de Varieté en arte contemporáneo y gastronomía  en varias ciudades de Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, Perú, Argentina, Nicaragua, Cuba. Premio Internacional de poesía Heraldo de Vallejo, otorgado por la Alcaldía de Santiago de Chuco  y el Instituto nacional del libro y la lectura del Perú, 2002. Becario de la Fundación Pablo Neruda, Santiago de Chile, Valparaíso, Isla Negra.
Ha publicado Poemas del No-Mundo, Editorial Regina 1999, Quito Cosmología de la carne, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2000. La letra con sangre entra, Ediciones Látigo, 1era edición 2005, Quito,  2da edición Editorial Big Sur Argentina 2009. Las cuatro estaciones del frío, Ediciones de la línea imaginaria, 2009. Quito Extraterritorios, MDE 2011, Quito Refractario en altamar editorial Big Sur, Argentina, 2011. Antología Seis poetas contemporáneos del Ecuador. La Habana-Cuba  centro cultural Dulce María Loynaz  MDC 2012. Refractario en altamar, Premio nacional de poesía para las artes MDC, 2012 Quito. Lumínica y otros delitos, Premio de poesía del Gobierno del consejo provincial de la provincia de Pichincha 2013. Parte de su libro Helio ha sido traducido al inglés, portugués, francés y alemán.